jueves, 17 de septiembre de 2015

La palabra que mejor define mi sentimiento hacia la sociedad, es “misantropía”, es decir la falta de confianza y un cierto rechazo hacia las personas (ajenas a mi familia) que me rodean...
Siempre he pensado, que el ser humano, se mueve fundamentalmente por el morbo. Un ejemplo en primera persona. Cuando yo era pequeña, estudiaba en Sevilla, en la Escuela Francesa y pasaba todos los días por los Jardines de Murillo, con una chica que trabajaba en casa de mis padres y era mi cuidadora. Pues bien: al otro lado de los citados jardines, había una Casa de Socorro, a la que a veces llegaban ambulancias y la chica que iba a recogerme al colegio, en ese momento cruzaba la Ronda de Capuchinos y se jugaba el tipo entre los coches, con la única intención de ver en que condiciones bajaban a la persona que traían en la ambulancia. Yo era muy pequeña y ya sentía animadversión por aquel tipo de actitud. Quizás esa imagen es la que me ha hecho rechazar por completo la morbosidad, que en muchos casos lo que aparentemente es interés no es más que eso: morbo.
Si en algún momento pensamos que podemos ayudar de acuerdo, preguntemos y acerquémonos, pero nunca por mera curiosidad.
Por todo esto, me ha sorprendido y mucho, la reacción frente a los refugiados. Aquí si que no se puede ver mas que “solidaridad”. Personas (con un bien-estar relativo), preocupadas y queriendo ayudar a seres humanos que se encuentran en condiciones desesperadas. Desde luego, la situación es alarmante. Es el pueblo, el que ha tenido que concienciarse y crear conciencia en los gobernantes.
Ahora, después de 4 años y centenares de miles de muertos, cuando la invasión de refugiados es innegable, se dan cuenta que lo ideal sería acercarse al origen del problema e iniciar conversaciones con los organizadores del conflicto. Yo soy una currita del montón de los tontos y hace ya mucho tiempo que planteé en mi círculo más próximo esa propuesta. Y como yo, imagino, que a todo el mundo que piense en lo que nos rodea.
Es una verdadera pena, que precisamente cuando los problemas en Europa son los mayores a los que nos enfrentamos desde la segunda guerra mundial (entonces había verdaderos estadistas) nuestros gobernantes, no estén a la altura de las circunstancias.
De esta manera, los temas, se van enquistando (véase en España a Cataluña) y llega el momento, en que no existe solución viable.


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